lunes, 28 de noviembre de 2011

Reflexión semanal del 28 de Noviembre al 4 de Diciembre

HIJOS O PERROS Y CERDOS
(Mateo 7:6)
Objetivo: Reflexionar sobre cuando debemos retirarnos al compartir el Evangelio.
V. 7:6
1.- ¿Qué es lo santo, qué son las perlas?
Lo santo y las perlas aquí significa lo mismo. Lo santo es la verdad revelada. Lo santo es la perla de gran precio. Algo por lo que (el que se da cuenta de su valor) va y vende todo lo que tiene para conseguirla. Es algo que (para el que entiende el valor que tiene) cualquier precio que deba pagar le parece poco. Es por la perla, por lo que entregas todo. 
La Palabra es santa porque es Cristo mismo. Esa Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:14). Dios no está separado de Su Palabra. Por eso Su Palabra es santa. El cielo y tierra pasarán pero Su Palabra no pasará. El Padre el Hijo y la Palabra son una misma cosa.
2.- ¿Cuántos tipos de personas se ven en los Evangelios? o dicho de otra manera ¿cuántos tipos personas ve el Padre? Fíjate en el título de la predicación.
Sólo hay dos tipos de personas en las Escrituras. Los que aceptan a Cristo y los que no. O sea el Padre ve dos tipos de personas: sus hijos y los demás. Y Jesús les pone nombres a esos dos tipos de personas. A los hijos del Padre celestial (que son los que aceptan Su Palabra, que es lo santo, que son las perlas), los llama tus hermanos (esos a los que has de ayudar quitándoles la astillita del ojo). A los demás Jesús los llama perros y cerdos.
3.- ¿Qué son los perros y qué son los cerdos para los judíos?
Los perros para los judíos no eran las mascotas que hoy tenemos en las casas. Eran los perros de la calle. Unos animales salvajes, feos, sucios, vagabundos (no tenían ningún propósito). Los judíos los podían ver por todas partes vagando por la basura (la basura de este mundo). Esos perros (no los perritos de las casas) aúllan, gruñen, te amenazan y si pueden te muerden. Para los judíos eran despreciables.
Los cerdos para los judíos eran animales inmundos. El hijo pródigo se dio cuenta de su absoluta miseria precisamente cuando fue obligado a cuidar a los cerdos. Hasta entonces no había visto que había llegado a la más baja condición a la que un judío podía llegar (peor que la de los propios cerdos) ya que los cerdos tenían para comer, pero él deseaba comer las algarrobas de ellos, pero ni siquiera se las daban.
4.- ¿Qué son los perros y cerdos para Jesús? ¿Y en el NT? Lee Mt. 8:30-32 y 2ª Pe. 2:22.
Esto no es un insulto, es una definición. Vamos a ver lo que Pedro dice en 2ª Pe. 2:21-22 “Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”.
Ya hemos dicho que los judíos trataban a los perros con desprecio, no como nosotros que lo consideramos el mejor amigo del hombre. Para ellos eran animales inmundos. Era un animal carroñero que vivía de la basura y se comía su propio vómito. Yo he visto como mi perro después de vomitar la comida se la volvía a comer.
Pedro está repitiendo el Pr. 26:11 “Como perro que vuelve a su vómito, Así es el necio que repite su necedad”. El perro vivía de lo que encontraba por el mundo y eso le hacía portador de muchas enfermedades. Pedro compara a los que se alejan del Evangelio como perros que vuelven a comer de lo que antes comían, personas que regresan a su vómito a su vida de pecado. Y también los compara con cerdos que después de limpios por la Palabra vuelven al cieno a mancharse con las cosas del mundo.
Todos (antes de aceptar a Cristo en nuestra vida) hemos sido perros y cerdos. Esto significa que como perros que éramos Cristo nos hizo vomitar todo lo malo que en nuestro interior había, y como cerdos Cristo nos lavó de toda la porquería que se nos había pegado del mundo. Pero ya no somos perros ni cerdos, somos una nueva creación.
5.- Los hijos ¿podemos volver a ser perros y cerdos?
Aunque nuestra apariencia externa es la misma, por dentro somos diferentes. En esencia somos diferentes. Esto quiere decir que, si circunstancialmente caes y te ves comiendo del vómito y revolcándote en la porquería de este mundo pero cuando lo haces sientes dolor (tristeza que te hace no poder seguir viviendo así), entonces eso es la prueba de que tu conversión de perro o cerdo a hijo fue real. Alégrate porque a pesar de la caída sabes que eres hijo, ya que los perros y cerdos ni sienten ni padecen por causa del Evangelio y disfrutan de su vómito y de su charca de caca. Si te descubres ahí circunstancialmente y eso te duele y te duele mucho... eres hijo. 
Ahora bien, si sistemáticamente estás ahí (y no te das ni cuenta a pesar de que te lo advierten tus hermanos, esos hermanos que no tiene una viga en su ojo), entonces, muy probablemente, no eres hijo. Cuando volvemos a nuestro vómito y nos revolcamos en el cieno... sistemáticamente, permanentemente sin dolor alguno por el sacrificio que nuestro Salvador hizo, significa que nunca nos convertimos en hijos, siempre fuimos perros o cerdos.
6.- ¿De qué nos advierte Mt. 7:6?
Vemos que hay dos tipos de personas: hijos o perros y cerdos. Y Jesús nos advierte que tenemos que diferenciarlas para no perder el tiempo. Son dos tipos de personas porque cuando se les enfrenta con la verdad del Evangelio unos la aceptan y otros la desprecian. Y Él nos pide que nos demos cuenta de ello.
7.- ¿Trató igual Jesús a todas las personas? Lee Lc 23:6-11
Si nos fijamos en Jesús, vemos que no trató de la misma manera a todas las personas cuando les presentó la verdad. No trató igual a Natanael, o a Nicodemo, o a la mujer samaritana que a los fariseos.
Hay una buena ilustración sobre este diferente trato cuando en Lc. 23 vemos que Pilato, interrogó a Jesús y Él contestó. Sin embargo cuando le interrogó Herodes, no le respondió nada, simplemente no le dirigió la palabra. Vemos, pues, que Jesús trata a las personas de manera diferente. Pero eso no es acepción de personas porque no es por su apariencia sino por su disposición espiritual.
8.- ¿Por qué las perlas (espirituales) no le saben a nada a los cerdos?
Porque hay que transformarse, regenerarse, convertirse de cerdo a hijo.
Los cerdos no distinguen las algarrobas de las perlas. Para ellos aparentan ser lo mismo, no distinguen, por eso cuando las prueban y ven que no es lo que esperan se burlan y te escarnecen. Con los perros pasa lo mismo.
9.- ¿Qué relación ves entre el v. 6 y los vv. anteriores sobre el juicio?
Que debemos juzgar todas las cosas. No juzgamos por las apariencias, sino por la disposición. Cuando no hay disposición no hay capacidad espiritual para entender el Evangelio. Porque las cosas del Evangelio son locura para el hombre natural, no saben a nada como no saben a nada las perlas a los cerdos. Las Puertas del inicio de este SM (las Bienaventuranzas) son esenciales, porque el que no es pobre en espíritu, el que no llora por esa situación de pecado, el que no es manso para acudir al Señor no tendrá nunca hambre y sed de Justicia, hambre y sed de Cristo, hambre y sed de Su Palabra, hambre y sed de estas perlas.
10.- ¿Por qué no hay que perder el tiempo con los cerdos y perros? Lo dice el propio v. 6.
Porque nos van a despedazar. Se enfadarán porque no reciben de nosotros lo que esperan. Se ven confrontados y eso hace que en muchos casos se revuelvan contra nosotros.
No pierdas el tiempo con el que no tiene oídos para oír. Para oír que tiene que arrepentirse. De nada vale que le hables de la necesidad de perdonar al hermano, de ser fiel a la esposa, de dar bien por mal, porque estas perlas sólo las da Dios a sus hijos y sus hijos son aquellos que 1º se han arrepentido y luego han llorado y luego han obedecido mansamente, por eso luego y sólo luego tienen hambre y sed de estas joyas de justicia, las perlas de los cielos.
No podemos predicar un Evangelio de ofertas. Este, es un Evangelio de joyas, de perlas que son gratis pero que no se dan a cerdos o perros sino a los que tienen la disposición de escucharlo... humillados.
11.- Te vuelvo a hacer la pregunta 2, pero ahora relacionándola Lc. 23:39-43.
Los dos ladrones igual de criminales. No había uno mejor que el otro, los dos eran cerdos que iban a ser crucificados por cerdos y criminales. Pero uno tuvo la disposición adecuada. Esa disposición consistió en ver su crimen (ver su pobreza espiritual), lamentarse por ello, pedir mansamente a Cristo ser perdonado. No hay momento más glorioso que ese momento de la cruz que resumen lo que Él hizo por nosotros y como unos lo aceptan (los hijos) y otros lo rechazan (los perros y cerdos). Ni aún en el momento de la muerte, ni aún al borde del abismo algunos dan cuenta de que realmente son.
Ese momento de la cruz lo resume todo porque el hijo reconoce lo que es (un ladrón-un cerdo) y quien es Cristo (el Mesías).
 

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