martes, 19 de octubre de 2010

Reflexión semanal (24/10/10)

Querida familia de Semilla de Mostaza:

Quiero mostrar mi agradecimiento a Dios por todos vosotros. ¡Pequeña familia!!! ¡Gran familia!!!, no tengo queja ninguna, sólo agradecimiento y alabanzas a nuestro Señor por todos los dones que sobre vosotros ha depositado y la disposición que Él ha puesto en vosotros y el amor con que vosotros respondéis.

Esta semana en especial me regocijo en el grupo de alabanza que ha empezado su andadura y que a pesar de la precariedad de medios, ha conseguido formar un núcleo de adoración genuina. Gracias doy a Dios por Saraí, por Esmeralda y por Bryan. Dios os bendiga y que podáis recibir mucho del Señor para Su gloria.

Y en esta semana hemos visto a Pablo luchando, sin embargo ha sido un alivio descubrir que esa lucha sin cuartel contra el pecado nos la mostraba sin esconder nada.

Alivio para los creyentes que pasan por la misma situación al verse reflejados en el apóstol. Decíamos que eso no significaba que no era creyente, sino todo lo contrario, que era el distintivo de un verdadero hijo de Dios al no dejarse arrastrar por la desesperación del poder de ese enemigo. El pecado tenía poder, pero no era su dueño. Estaba en sus miembros, pero no en su nueva naturaleza redimida.

Pablo nos enseñaba, en esta segunda parte del capítulo 7, que en todo creyente hay un conflicto que muestra la lucha del hijo de Dios con el pecado. El verdadero cristiano no vive en pecado sino que es el pecado que mora en él, que es muy diferente y el creyente lucha desesperadamente para agradar a Dios pero la ley, por sí sola no le da la fuerza que necesita para vencer al pecado, por eso titulábamos nuestra predicación: EL COMBATE.

Y es que la ley no es mala, pero la ley tampoco fue dada para salvar al hombre. Mas bien, el propósito de la ley es CONVENCER AL HOMBRE DE PECADO (v.7). Sin embargo debemos notar que la ley por sí misma no puede producir esta convicción de pecado; la convicción de pecado depende de la obra interna del Espíritu Santo, quien usa la ley para producir en el hombre una profunda convicción de ser pecador. Es esta convicción de pecado que el Espíritu Santo usa para llevar al hombre a Cristo, para encontrar en El la justificación ante Dios. Es esta experiencia lo que Pablo describe en Rom. 7:7-25.

El próximo domingo veremos la porción de Romanos que se corresponde con el capítulo 8: 1-11. Pablo ahora nos va a enseñar a vivir en el Espíritu y así vencer en ese combate que veíamos el domingo pasado y que parecía absolutamente perdido. Es sólo Cristo quien puede dar al hombre pecador la victoria, y esta victoria Pablo la describe en Rom. 8:1-4.

Texto bíblico para memorizar: “Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:20).

Nos vemos el domingo,

Tony
pastor SemillaBilbao.
 

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